Hinchado estaba el aire de armonía,
preñado de unos himnos colosales,
sus labios libres notas cadenciales,
mi boca un instrumento de poesía.
El eco de su pecho estremecía
la flecha de mis puntos cardinales
que fija en sus pupilas inmortales,
se ahondaba en su profusa jerarquía.
Surgió un perfecto instante de embeleso,
la brisa se cortaba y me acerqué,
ceñido de humedad y un aire espeso
su boca hecha de estíos le besé;
después de diez abriles lo confieso:
después de aquella vez me enamoré...
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