Permëable tengo el alma por tu río,
sensible a tu perfume, a tu presencia,
abierta hasta sus sombras, mi existencia
se entrega a tu grandeza amado mío.
Derrochas con la gracia del estío
la luz que da a mi abismo refulgencia,
si soplas un segundo tu potencia
rebosas con tu ungüento mi vacío.
Señor, en el bautismo de tu boca,
un día, abandonado, me besaste,
vertiendo en mi interior: inspiración.
Quebrado estaba yo, sin vida y poca
esperanza, angustiado y Tú llegaste
curando sin dudar: mi corazón...
No hay comentarios:
Publicar un comentario