Mis manos extendidas al olvido,
y el alma encadenada a tu recuerdo,
con ánimo apagado, alicaído
voy preso de un reloj que pasa lerdo.
El lobo de la ausencia con su aullido
presume su cantar, entonces pierdo
la calma que la noche me ha ofrecido,
no existe paz o a veces no concuerdo.
Debajo de un acérrimo aguacero
dilata un orificio en mi presencia,
y en ese mismo sitio, siempre muero
con toda nuestra infancia en decadencia;
de frente a tu sepulcro soy sincero:
los días son distintos por tu ausencia...
No hay comentarios:
Publicar un comentario