En el germen del verso donde flota dorada
la visión que el poeta va y redime en su canto,
un nirvana sin fondo con su mágico manto
me sumerge el espíritu en su llama sagrada.
En un éxtasis hondo, con el alma amarrada,
la deidad de tu cuerpo aparece y levanto
por tu cárdena boca adobada de encanto
como un himno que invoca tu celeste mirada.
Abastecen los genios de su mística esencia
en la fuente invisible que origina de Brama
—es la luz del misterio que me eleva
infinito—
el deseo sublime de lavar tu existencia
con el agua profunda que mi cuerpo derrama,
desde el Ganges eterno donde fluye mi escrito...
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