Hasta no tocar la textura de tus besos,
–esa prolongación de caminos sin fondo—
no dejaré de bocetear tu nombre en mis adentros:
Serás la insinuación madura de mis verbos,
la abertura paralela de mis ansias,
silencio de poeta,
el proceso caudaloso de un canto,
el final de un poema inconcluso
y el contexto lacustre de mi silabario.
Hasta no sugerirte la luna en los labios,
y no poder obviarte
una emboscada de poemas,
seguiré componiéndole a la noche desnuda,
el contorno detallado de tu piel
con las líneas convexas
que subrayan
tus hombros descubiertos.
Pero si eso sucede
y se rompe la proxémica en un beso,
Y se encerrara mi naturaleza química en tus ojos,
de seguro,
el poeta a medio terminar que oculto en la mirada,
tendría la estatura perfecta
de la mejor inspiración...
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