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opuesto al mito urbano

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miércoles, 3 de febrero de 2016

Las puertas cerradas del verso

A veces soy un idiota
acostumbrado a su silencio
parafraseando algunos versos
que no le pertenecen,
o simplemente la arquitectura
con igual o peor forma que la poesía
me cuadricula el pensamiento
con un nuevo modelo urbano,
con casas extrañas
que flotan en el paisaje
llenas de ventanas en movimiento
con fachadas de madera,
piedras deformes
imitando la naturaleza.
Es por ese motivo,
que no digo nada,
que no pienso,
que no juzgo,
no siento.
Yo no tengo malicia,
(pero tengo poesía que es lo mismo)
ni tampoco hallo con facilidad
el camino a los versos que se maduran
en el corazón de la gente
y dejan un resabio de alegría
o de tristeza;
lo intento siempre
con la mirada ancha
y el alma hinchada de armonía:
Hace algunos días
hice un boceto en mi corazón,
era un balcón casi interminable
de geranios o azucenas,
(no lo recuerdo)
y sobre él se apreciaba
el rostro de la noche.
Esa vez, estaba decidido
a trazar con mis manos abiertas
lo que derrochaba en mi interior,
y era
una bocanada de inspiración
casi legible para los labios
que saben dar amor,
entonces se juntaron el miedo
y la lejanía,
porque todo fue pequeño entre mis letras.
¿Cuantas veces relataba
con las palabras cerradas
que yo era el instrumento de aquel  poema sin nombre?
No lo creí.
Esa vez la lámpara del cielo
se apagó para mis letras
y fui cerrando mis párpados,
lento muy lento
hasta quedar dormido.
Por eso, cuando llegaron a buscar mis versos
no les abrí la puerta...
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