Para tocar a Dios con estas manos
que auscultan lo profano del destino,
tendrían las serpientes del camino
que hallar otros "Edenes" y manzanos.
Para llegar a Cristo, los humanos
confesamos su nombre cristalino;
y en su silencio hondo y repentino,
le brotan de sus ojos: los cristianos.
Para llegar a Dios, la lejanía
en medio del pecado se coloca;
ningún poder humano alcanzaría,
su esencia y poderío no se toca...
¡Mas le he tocado anoche, amada mía
con un beso encendido de tu boca..!
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