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opuesto al mito urbano

opuesto al mito urbano

domingo, 4 de diciembre de 2016

Una mirada infinita






Le vi acaecer de mariposas,
abierta de estaciones en mi pecho,
con su piel adobada de amapolas
aquí donde se juntan alma y verso.
De mi sangre escaparon las palomas
que emigran de mis manos a su cuerpo,
los hilos de la noche a toda hora
cosieron nuestros labios de silencio. 
Sus ojos son enormes si me miran
tomarla sin relojes por la noche,
por todos los lugares donde escriba,
donde haya una emboscada de canciones,
o muera algún estío en mi poesía
para nacer de nuevo, en mis amores...

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martes, 29 de noviembre de 2016

Secreto escandaloso de ambrosía

Usted que al otro lado de mis versos
es bien correspondida con palabras,
bien debe comprender que el sentimiento
(si abre el corazón) nos lava el alma.

A usted, a quien yo llamo en mis silencios,
¿no escucha el crepitar de esta fogata
arder de inspiración, y arder de ensueño
con verme simplemente la mirada?

Bien puede usted llamarlo como quiera:
Desastre, primavera o lejanía,
amor, insinuación o una quimera,

secreto escandaloso de ambrosía;
mas le pido de forma muy sincera,
no culpe solamente a mi poesía...



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sábado, 19 de noviembre de 2016

Ella es la melodía que suena en mis canciones

Yo no podría amar de golpe; no puedo desabrochar la camisa de la ansiedad para dejar caer, como un fruto maduro sobre la húmeda tierra de unas piernas, las pasiones. Se requiere clavarse en la mirada, hasta nadar y sumergirse como veinte silencios en ella, tocar con la poesía de las manos la textura de su cuerpo, descifrar sus piernas con la vocación de un amante indómito, rozar cada pliego de su carne, con las palmas abiertas de sensibilidad pues las caricias complementan los sentidos cuando el mundo se entrega en una sola inspiración. Se debe componer una melodía con sus labios sin suponer que el tiempo cae redondo en cada latido, a sabiendas de que la naturaleza  junta las almas para amar con misticismo e irrevocablemente sin tener que darle cuentas al momento.
Desenredar la noche de su pelo para que pueda temblar con las mismas palabras que quizá no se deban decir, y descubrirse en medio de un instante en las mismas condiciones de un poeta sometido por un beso sin fondo. (Así como yo, en ésta línea)
Y en medio de las divagaciones y la excitación del pensamiento en el que flota paulatinamente aquello que siento y evito sentir por la susceptibilidad que segrego del alma, me encuentro con ella, mirando todo lo que emigra de mis adentros a través de una mirada casi metálica e ineludible; con su atuendo recortado de versos y su piel apacible e incitadora de poemas, convergiendo , sin una matemática, todos los caminos de su cuerpo a un solo sometimiento. Podría hablar por ella en esta hora, pero le dejo que me dibuje a su manera, en su ombligo de porcelana, pues quien hace las partituras con mis huesos, mis poemas,mis bocetos: son sus dedos, sus manos que bordan una constelación a mi alrededor.
Ella es la melodía que suena en mis canciones.

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miércoles, 3 de febrero de 2016

Las puertas cerradas del verso

A veces soy un idiota
acostumbrado a su silencio
parafraseando algunos versos
que no le pertenecen,
o simplemente la arquitectura
con igual o peor forma que la poesía
me cuadricula el pensamiento
con un nuevo modelo urbano,
con casas extrañas
que flotan en el paisaje
llenas de ventanas en movimiento
con fachadas de madera,
piedras deformes
imitando la naturaleza.
Es por ese motivo,
que no digo nada,
que no pienso,
que no juzgo,
no siento.
Yo no tengo malicia,
(pero tengo poesía que es lo mismo)
ni tampoco hallo con facilidad
el camino a los versos que se maduran
en el corazón de la gente
y dejan un resabio de alegría
o de tristeza;
lo intento siempre
con la mirada ancha
y el alma hinchada de armonía:
Hace algunos días
hice un boceto en mi corazón,
era un balcón casi interminable
de geranios o azucenas,
(no lo recuerdo)
y sobre él se apreciaba
el rostro de la noche.
Esa vez, estaba decidido
a trazar con mis manos abiertas
lo que derrochaba en mi interior,
y era
una bocanada de inspiración
casi legible para los labios
que saben dar amor,
entonces se juntaron el miedo
y la lejanía,
porque todo fue pequeño entre mis letras.
¿Cuantas veces relataba
con las palabras cerradas
que yo era el instrumento de aquel  poema sin nombre?
No lo creí.
Esa vez la lámpara del cielo
se apagó para mis letras
y fui cerrando mis párpados,
lento muy lento
hasta quedar dormido.
Por eso, cuando llegaron a buscar mis versos
no les abrí la puerta...
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