La noche se acostumbra
a estar sin mis manos
sobre las tuyas.
El Silencio se perfuma con nuestros nombres
Dejando una estela de dolor
Por donde pasa
el hombre incompleto
qué lleva mi ser.
Cada minuto es una flecha
Que rompe los momentos
que vivimos,
Hay un vacío enorme
Que recojo de todas las cosas
que recita mi corazón,
cada letra que escribo con mis lágrimas,
cada palabra amarga qué consume mis huesos,
qué me lima el alma.
La Música qué me curaba
cuando no habían más caminos sin regreso
escapa como un gato en fuga
(es tarde para sonreír).
Son las 5 con 50 de la tarde,
sigo escuchando disparos
que me alcanzan sin saberlo,
es una voz delgada
Que se hace fina a la distancia
pronunciádonos.
A nadie le importan las heridas
que salen de mis ojos
cuando te pienso,
ninguna empatía es lo suficientemente cierta
para recoger la existencia de mi dolor.
Quizá también yo cante
con las luces recortadas de la tarde,
quizá también la lluvia
se lleve el río de tu ausencia,
quizá prometa no llorarte
un poema más
en mi soledad
en el naufragio de mi ser.
¿Quien dijo que deberías
entender la tristeza que me abruma
y me pierde en su forma espesa y olvidada?
¿Quien dijo que podría florecer
más inspiración?
Este será el último poema,
contigo se irá mi poesía
y el azul que me hacía ser
una guitarra en tus brazos.
No seré más el arquitecto
qué ocultaba para ti
en mis palabras.