Preñado estaba el aire de armonía
aquella azul mañana de febrero;
el canto improvisado de un jilguero
sonaba en tu interior como poesía.
La magia de un instante, la alegría:
¡Al fin serás feliz, oh mi lucero!
Cuando el amor es grande y verdadero
se juntan el ensueño y la utopía.
Y vas hasta al altar sin que me asombre,
a dar de un solo el "sí" sin objeción;
y aunque ese no soy yo, sino otro hombre,
seguro te amará sin condición.
Te escribo así, estos versos a tu nombre
con un adiós clavado al corazón...
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