De mi abismo hasta tu nombre,
de la gloria hasta tu nombre,
hasta donde el alma se germina,
donde mi sangre gime,
y las extremidades desnudas de la noche
se resumen en el acantilado de tu ombligo,
toma fuerza mi deseo
a una sola voz.
Maniatado de relámpagos, mi corazón
en esta noche larga de poesía
zumba derribando partituras
y bota el edificio del recato de tu boca.
El barro reducido de tu piel
entre mis dedos inseguros de versos,
se amolda a los impulsos de mi carne
en una emboscada de respiros
emancipados.
Se enredan los perfumes
del torso abierto de tu ansiedad
por toda la estructura interminable de mi hombría,
entonces
¿Qué invención del género creativo
podrá robarme un parpadeo,
uno solo,
que saque la potencia de la entrega
que exprimo
en la rosa dilatada de tus piernas?
Ninguna.
En el laberinto de tu cuerpo,
donde la piel afeitada del deseo
se deja recorrer de mis caminos,
me vuelvo un sojuzgado
en el conjuro de tus ojos
y penetra en tus umbrales
el fruto madurado que cosecha
el contacto accidental de tu silueta...
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